jueves, 31 de julio de 2008

En boca del mundo…

A veces pienso que soy transparente, pero no por la claridad con la que a veces puedo llegar a decir las cosas, sino porque en mi rinconcito me escondo y nadie me ve. Es un lugar ideal para ver sin ser visto (afición en la que me he visto envuelta sin querer queriendo) y sobre todo para que te marginen. Pero también a veces una no es consciente de que la preocupación ajena existe… y eso no ocurre hasta que sucede algo.

Para empezar, el primer pensamiento de mis compañeros al descubrir mi no presencia en mi sitio creo que no ha sido bueno. Ellos, en su ignorancia fatal, se pensaban que la maleducada de Lídia se había ido de vacaciones sin despedirse si quiera. Lo cual no es que sea muy descabellado porque una va a su puto rollo siempre que puede, y odio hacer los paripés de los besitos, tocamientos y felices fiestas con Freixenet.

Las sospechas de mi ausencia, empezaron a descuadrar en su inteligencia al ver que tenía la chaquetilla que me protege del invierno estival de mi oficina. Uix que raro que se haya dejado esto aquí (dijeron algunos rascándose la cabeza de una forma similar a como lo haría un mandril ante un sudoku (también hay que imaginarse el sonido del uau uau).

A continuación llegaron las preguntas. Y como no podía ser de otro modo la única persona que podía saber de mi paradero no dudó en responder con la verdá. Y les explicó que me había caído por las escaleras. DIOS! Podría haberse inventado cualquier otra cosa!:
- Caída a una cloaca con la tapa mal sellada
- Atropello con semáforo de peatón en verde
- Resbalón intentando recuperar el bolso de una viejecita a la que querían robar
- Atraco a mano armada…

Y claro como caer por unas escaleras tiene poco glamour, la primera reacción de ellos, de los malos (y alguno bueno) no fue otra que la del descojone intenso seguido de la risa imparable y floja.

Hoy toda la empresa sabía de mi escoñamiento. Y como no… han venido en busca de la carnaza en plan buitres. Queréis carnaza! Pues tomad. Ni corta ni perezosa les he enseñado todas mis heridas de guerra, eso sí advirtiendo de que se podía dar el caso que no fuera depilada a la perfección (los pelos crecen… y en los momentos de estrés del organismo más todavía).

Para desdramatizar un poco y soportar el ridículo espantoso del tropiezo he ido añadiendo adjetivos de mi cosecha propia al relato (a cual más estrambótico) …
-Te acuerdas de humor amarillo, la prueba esa de la plancha que se desliza… pues yo hice eso pero con el Tupper.
-El Tupper quedó totalmente destruido… vamos para llevar al desguace.
-Estaba haciendo pruebas para demostrar que el ser humano no puede volar
-He inventado una nueva forma de bajar las escaleras.

Tampoco han faltado las bromas y chistes fáciles:
Ejemplo 1.
-Chico que esperaba el ascensor: A dónde vas?
-Lídia: A fumar (mientras abría la puerta de las escaleras de emergencia).
-C: Estas segura que quieres bajar por ahí
-L: Sí (con tono de mala gaita)

Ejemplo 2.
- El gato voladorrrr (bis 3x)

Ejemplo 3.
- L: Bueno, que son las 6, yo me piro.
- B: Cuidado con el escalón…
- L: No te preocupes que ya bajo por la rampa…

Y podría seguir un rato más.

Por si mi torpeza intrínseca y extrínseca no había sido probada todavía, el destino me reservaba la traca final. Tenía que llevar la documentación de la baja a personal. Llego a la planta 1 (en ascensor). Entro por la puerta, la única de todo el edificio que se cierra sola y comiendo a notar que todas las miradas se dirigen hacia mi (y yo con estos pelos!) “la contusionada” había llegado. El chico responsable de las bajas y la secretaria inician un interrogatorio a dos voces: qué te ha pasado, como estas, te encuentras mejor, gracias por los papeles y venga que nos vemos. Giro de 180 grados, hasta lueAAAAAAAH. Ostias! Y la lista va y se endiña con el canto de la mesa (que no es precisamente de blandiblú) en un lugar cercano al que hubiera supuesto la pérdida del carné por puntos de la maternidad. Vamos que me ha faltado el canto de un duro para destrozarme el aquello.

Me he reído como si fuera imbécil, mientras una lagrimilla me asomaba por el rabillo del ojo izquierdo y he reconocido universalmente mi torpeza. Glups… bueno esta es la prueba de que soy torpe, he gritado. Es lo mínimo que se puede hacer cuando todo un departamento te está mirando y pensando que lo raro es que siguiera viva.
Total que he vuelto a mi sitio renqueante de la otra pierna, porque el calmante ha sido mayúsculo, pensando que seguro iba a tener que añadir otro morao a mi ya vapuleado cuerpo.

A todo esto quien más interés tenía que mostrar… va y suda. Si es que… cagada la hemos.

A.

No hay comentarios:

 
Clicky Web Analytics