viernes, 4 de julio de 2008

… no hay crisis

… que no… que se llama de otra manera. Cojo El País para recordar los términos exactos en los que nuestro ilustre presidente hace uso de la eufeminización de las circunstancias y leo :“vamos a pasar unos meses de dificultades” Eso es… dificultades varias.

Todo el mundo atraviesa periodos de “dificultades”, que pueden agruparse dentro de categorías parejas, pero lo que realmente nos distingue a los unos de los otros es la manera de afrontar las situaciones. Así tenemos varios sistemas. Está la teoría del erizo (que se me quedó en el tintero después de la visita al zoo) y la de la avestruz.

El erizo es un animal pequeño, relativamente lento y bastante vulnerable (sobre todo si está tomando el sol panza arriba) que cuando se siente amenazado, se encoge sobre sí mismo y se convierte en una bola de espinas que huye de su depredador rodando (imagino lo divertido que debe ser ver a un erizo rodar encima de una esponja).

También está el avestruz; que ya vimos como era capaz de evitar cualquier peligro escondiéndose en su propia estupidez: si yo no los veo, a ver por qué razón ellos van a verme a mí. Teoría imbécil pero que parece haber calado hondo entre muchos conductores de nuestra era, ya que destinan una gran parte de su tiempo al volante en el noble arte de la perforación profusa de las fosas nasales… y es que total si nadie me ve…. Si la OPEP se enterara…

Viendo en la naturaleza de las especies tanta propensión al miedo y a la huida (para más información habrá que leerse el libro de Juan Antonio Marina sobre la “Anatomía del Miedo”) no es de extrañar el pánicum tremens que embarga a un personaje de tan alto estatus sociopolítico, que aunque presidente, también es humano y caga.

El ser humano es bastante dado y hábil en el malpensamiento porque el buenpensamiento es demasiado bonito / barato para ser cierto, pues todo nos parece una mierda (en el sentido que Astrud quiera darle). Así, resulta normal que el erizo esté cómodo en su bola de espinas, el avestruz sea feliz con la cabeza enterrada y ZP viva y conviva en sus “dificultades” mentales.

Las burbujas les proporcionan confort: aire acondicionado en verano, elevalunas eléctrico, airbag de serie (también para el acompañante, no queremos discriminar), y, sobre todo, protección, mucha protección. Pero a su vez les hacen ser poco gustosos del disfrute. El erizo que se protege y rueda cuesta abajo se perderá lo divertido que es vivir en lo alto de la montaña, el avestruz nunca sabrá lo que es notar el viento en la cara y ZP… ZP se está perdiendo el placer de la compañía de los demás partidos políticos afines.

Así que cuando me da el escalofrío incontrolable por culpa del vocablo en cuestión (sólo recordar que era crisis) y me aíslo en mi burbuja, me obligo (en un ejercicio propio de forceps) a recordar el cuento lingüístico que me explico un ser maligno. Y que de forma resumida venía a concluir que la palabra demonizada no lo sería tanto, pues en realidad sólo significa cambio. Sin el pitjor y sin el millor, sólo con el diferent. Usease cambio al estilo incertidumbre, o lo que es lo mismo, que cuyo desenlace no es previsible.

El quid de la cuestión y aún sabiendo que se me puede tachar de lo que no soy (optimista) es que las crisis no siempre son malas. La experiencia me dice que a más de una persona le iría bien tener una de vez en cuando para replantearse las cosas: su forma de ser y su manera de actuar ya que no se puede vivir en una burbuja eternamente, todas explotan.

Y cuando explote, el erizo aprenderá que en las colinas también hay piedras; la avestruz que a veces el suelo está demasiado duro para enterrar la cabeza y ZP que a veces hay que llamar a las cosas por su nombre.

L.

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